08 marzo 2009

Dos extraños desconocidos...


Ellos se conocieron porque el destino lo quiso así, o como afirman los refutadores de leyendas seguramente porque alguien los presento. Ella llevaba un vestido de raso color turquesa, el también vestía bien, ella brillaba en la noche azul, con su sonrisa como arma predilecta. Se detuvo ante un par de ojos celestes que hicieron juego con su vestido y ahí fue que todo empezó. Abandonaron las palabras y los tragos ante la mirada curiosa de algunos que por allí pasaban, ante la música que no dejaba de sonar. Eran dos extraños desconocidos, pero no tanto cuando la fiesta acabo. Sin embargo la noche les había reservado una canción.
Muchos fueron los testigos de este gran encuentro, pero la luna y las estrellas fueron cómplice de ese hecho. Hablaron hasta el amanecer y cuando la noche termino ya eran dos extraños conocidos fundidos en un beso.
Algunos cuentan que para esa época los planetas se alinearon y le regalaron nuevos encuentros. Los besos hicieron de lo suyo y desataron suspiros y pasiones de más de una noche.
Entre las caricias y los mimos también se escucharon historias y confesiones.
Ella creyó que al abrir los ojos todo eso que parecía un sueño seria efecto del alcohol. El creyó que las princesas solo existían en los cuentos.

Ella como una cinderella new age se puso sus zapatos plateados pero dejo un buen motivo para volverla a ver.
El como un buen caballero hizo eso que todas las mujeres quieren y esperan y la sorprendió con un pronto llamado telefónico. Se llevaban muy bien en la sala y el comedor, con Joaquín susurrándole una canción se volvieron a encontrar, el quiso embrujarla con una de sus pócimas, abrió una caja que contenía una deliciosa sustancia que al mezclarse con agua caliente produciría una aroma agradable para sus sentidos.
Se miraron, ya no como la primera vez, sino con ansiedad, deseo y curiosidad. Se exploraron, se reconocieron minuciosamente, se estudiaron y se entregaron a la ocasión. Descubrieron que el estar juntos se sentía cada vez mejor, y por un momento olvidaron que eran extraños conocidos y se sintieron dueños de una confianza anterior.
La noche los volvió a encontrar pero esta vez eran dos almas en búsqueda de la verdad. Ella esta vez no solo dejo su sensación, sino que olvido su cepillo de dientes como una inconsciente razón para volver. Y como postal se llevo el recuerdo de una jornada intensa difícil de olvidar.
Ella gracias a ese don femenino que tiene, ya podía percibir una conexión mas allá del clásico touch and go!
El tardaría un poco más en descubrirlo, pero ella sabía que se volverían a encontrar. La siguiente vez que se los vio juntos no fue por el destino ni gracias a los planetas, sino las ganas y los deseos de dos personas que realmente querían estar al mismo tiempo en el mismo lugar.
Y que casualidad que el lugar era el mismo de la primera vez donde se cruzaron sus caminos. Estaban allí apenas a cuatro días del mágico o casual encuentro, se esperaron, se miraron y se encontraron en los ojos del otro, otra vez se abrazaron como afirmando su encuentro.
Otra noche, la misma luna, el mismo lugar, el rio y las estrellas estaban mirándolos pasar. Y en un instante todo se detuvo para volver a empezar. Sumando amaneceres continuó la historia, ella recupero aquello que había dejado olvidado pero nunca le devolvió las ganas de quedarse allá.
Ella jugaba un juego que desconocía, el no sabia que las princesas nunca se dejan ganar. Ella se movía como quería porque había espacio suficiente para jugar. Se divertía y no pensaba en la próxima partida.

El jugaba con la ventaja de saber con quien, pero no contaba con las sorpresas que esta princesa le podía dar.
Ella sabía lo que quería, pero desconocía que sus pedidos al universo se convertirían tan pronto en realidad.
El era un caballero disfrazado de un chico del montón. Uno de esos que escaparon de la extinción.

El azar obra de maneras misteriosas, pero esta vez nadie quería discutirle nada. Con el tiempo se supo que ellos ya habían estado al mismo tiempo en el mismo lugar pero nunca se pudo comprobar. Pero las coincidencias estaban y cuando son felices suelen ser las mejores.
Ambos guardaban en sus mochilas amores e historias pasadas. Pero ellos estaban ocupados en vivir el hoy.
El creía que ella le cocinaba postres para conquistar su corazón, ella sabia que disfrutaba verlo reír, contaba que se reía como un niño en un cuerpo de hombre. Tenía una frescura y una luz muy especial.
Ella también brillaba con una nueva luz. Muchos curiosos querían conocer al responsable de esa sonrisa que la acompañaba donde quiera que vaya.
El ensayaba distintas formas de silencio aun en aquellos momentos y así era feliz. Ella trataba de expresar con la mirada todo aquello que no se animaba a pronunciar. Pero al verse en sus ojos comprendía que a veces no hacia falta hablar.
El sabía que ella podía verlo más allá de las poses y de los rótulos de la sociedad, ella veía su esencia y lo conocía mucho más. Ella no tenía secretos, sus sentimientos estaban siempre a flor de piel, solo se dejaba llevar sabia que todo estaba escrito en algún lugar.

El no creía en las recetas de la felicidad ni en los manuales para amar, renegaba de ellas y a veces hasta tenia un humor muy particular. El descanso y el sueño y sus amigos formaban parte de su religión.
En cambio ella era muy inquieta, no podía estar mucho tiempo en el mismo lugar, sin embargo a su lado encontraba siempre un sitio donde aparcar o unos besos que no la dejaran escapar.
Sus horas juntos pasaban muy rápido, eran minutos cargados de besos y arrumacos, de miradas sinceras, de detalles espontáneos y rutinas improvisadas.
Podían hablar de tantas cosas, tenían mucho para contarse, una vida andando sin encontrarse, pero sabiendo que algún día se iban a encontrar
.
Era muy fácil compartir para ellos, porque en el fondo sabían que gane quien gane aquel juego, siempre ganarían los dos. Y que pase lo que pase seria lo mejor. Alguien me conto que desde aquel día ellos juegan a encontrarse, a mirarse, a besarse y dejar que las horas se escapen como arena en sus dedos y Joaquín sigue susurrando canciones y los postres llenan la heladera. Nadie supo bien que paso, pero alguien una vez escribió que ella en su sonrisa encontró una razón… Continuara…