08 junio 2012

Una sonrisa me trajo hasta aquí...



Recuerdo la noche que te conocí, fue en pleno invierno en aquel bar.
Tocabas una bella canción en un escenario que te quedaba chico.
Me pareciste absolutamente bello, y me lleve tu voz cantándome al oído.
 Desde esa noche disfrute escucharte varias veces como una espectadora más.
Cuando pregunte descubrí que esa voz a otra había entregado su corazón.
Aunque eso no impedía que le pongas música a cada encuentro.
Ni que mis ojos se posaran en tus labios como queriendo robarte un beso en cada estrofa.
Una noche de tantas me perdí en tu sonrisa en un instante  que fue eterno,
 y desee tanto haberte conocido antes, coincidir en un metro en París,
encontrarnos  casualmente en Madrid , sentarnos juntos en el avión rumbo a Praga,
o simplemente perderme en tu mirada en el parque España.
 Nuestros corazones estaban en diferentes sintonías,
 nuestros caminos luego estarían  en distintas ciudades.
Sin embargo la misma música sonaba tanto en Rosario como en Madrid.
Quiso el destino que una noche las palabras promovieran un encuentro,
  con un vino como intermediario nos prometimos seguir hablando y conocernos.
Pero en lugar de vernos encontramos variadas excusas para un desencuentro.
Sin embargo aún guardo el instante donde te quedaste en mi deseo caprichoso,
Y aunque suene raro tal vez desear aquello que no se conoce,
 es de mortales desear lo que no se puede tener.
Puede que en otra vida lleguemos a conocernos o que solo nos encontremos en una canción.
Si esta es la historia de un desencuentro sin dudas que es la mejor…
Ya que  una sonrisa que puede despertar 260 palabras merece bien la pena de conservar el deseo de que algún día le pongas música a nuestro encuentro.